miércoles, 24 de julio de 2013

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Ellos, demasiado etéreos como para afirmar con seguridad que realmente se trataba de dos almas distintas, hablaban. Hablaban de amor, de sus cuerpos y, también, de sus muertes. Porque no había nada de lo que ellos no hablaran. Hablaban de un -imposible- mundo sin el otro. Hablaban y pactaban estar juntos hasta que sus cuerpos, simples bocetos de lo que realmente eran, se cansaran de fingir que eran dos y finalmente se unieran. Porque ellos, hablando de todo (incluso de sus muertes), vivían. Y hablando es como decidieron esperar al momento de ser uno; ignorando que, incluso desde antes de conocerse, ya lo habían logrado.